Los dedos de mis manos andan solos
caminan sobre tu piel blanca
siguiendo los surcos del otoño
Se enredan en tu vello crespo
y cuentan tus colinas y tus huecos
Mis dedos se cuelan en tu ombligo
y en tu ombligo nadan y bucean
Los dedos de mis manos andan solos
Se asoman a tu vientre misterioso
y dudan
Les da vértigo seguir por las vertientes
que marcan tus caderas enredadas
en el vello furioso de tu pelvis
Pero les llama el volcán que de tu vientre surge
y siguen mis dedos el camino abajo
hasta la base
Y suben contoneándose nerviosos
trepando, acariciando, susurrando roces
desbrozando tu piel
En donde late el corazón más puro
la más fiera pasión, la más ardiente
mis dedos se despliegan obedientes
Y procuran el llanto silencioso
liberador, aterrador, hermoso
del amor desatado, incontinente,
y poderoso
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