lunes, 23 de noviembre de 2009

Trascendente

Paso por la vida
y me agarro a ella con las manos rojas,
los dientes apretados
y los ojos abiertos de par en par,
sabiendo que el destino está escrito.
Mi camino asciende
y baja hasta las simas del dolor
donde la nada espera
al final de un sendero
que serpentea el miedo.
Umbrío, oscurecido por la sombra escuálida
de los árboles secos
de los que cuelgan solitarios,
de rama en rama,
algunos frutos marchitos y desolados:
almas en pena
que no alcanzaron el adiós eterno.
Mientras, se muestran erguidos,
notarios del andar desesperado
lento, del próximo muerto.