sábado, 2 de abril de 2011

Su mano

Se cerró su mano sobre mi boca.
Como un hierro candente que fundiera
los labios mordidos
y socavara mi dignidad herida.
Aplastó las lágrimas heladas
que resbalaban por mis mejillas tiernas.
Sobre los bordes afilados
de los surcos de mi frente
dibujó senderos de dolor interminables.
Golpeó mi corazón doliente.
y alcanzó las profundidades.
Mi sangre, mis vísceras... mi alma.
Se cerró, traidora, sobre mi cuerpo
entero,
confundiendo los días y las noches.
Bajo su fuerte pulso
se opacó mi latido.
Él, enemigo de mi luz y dueño de mis sombras.
Se cerró su mano sobre mi boca,
atenazó mi corazón doliente,
acalló mis sollozos y mis gritos.
Y en la más absoluta soledad,
bajo su yugo,
la oscuridad me ocupó entera.

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