Cada día, como sale el sol,
me esperabas a lo lejos en tu calle.
Caminaba, mientras tu medías
el ondular de mi falda.
Marcabas con tus dedos
el ritmo de mis pasos sobre la mesa
uno, dos
uno, dos
izquierdo, derecho.
Hasta que llegaba a tu altura.
Yo ni te miraba
pero al pasar sentía tus ojos en mi espalda
sobre la falda.
Y tus dedos seguían su repiqueteo.
Uno, dos
uno, dos
izquierdo, derecho.
Aún recuerdo que me hacías sentir valiente,
más alta, ya mujer.
Que en tus ojos vi, por primera vez,
la mirada de un hombre que quiere a una mujer.
Entonces no entendí que te pude tener
Y sin embargo, hoy, comprendo que tu sabías
que me podías tener,
y no quisiste.
No quisiste, tal vez, manchar mi inocencia,
cruzar las barreras de lo bueno y lo malo
o quizá, simplemente,
no supiste como llegar hasta mi boca.
Hubiera sido tan fácil, una sola palabra,
un gesto de tu mano...
me hubieran llevado hasta tu casa.
Quién sabe.
Los recuerdos son bellos.
Quizá mucho más bellos
porque solo fueron un sueño imposible.
Pero hoy, aún busco tu mirada en otros hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario