Oigo a mis espaldas
el ruido del agua
transparente, libre y bravía
Se mete en mi cabeza
y recorre los cauces abiertos
del indómito casco que corona mi tórax,
construyendo meandros con la mezcla
imposible
de células y agua.
Mis pensamientos se calman
y el continuo latir de mi corazón,
apresurado,
cesa con el arrítmico sonido
del borboteo que golpea sobre el lecho
las piedras que moldea.
Salpica mi cabello espeso,
encanecido,
el agua,
y se esconde entre el bosque arracimado.
Cuando las gotas se unen,
escurren cautelosas por mis sienes
se detienen en las cuencas de mis ojos
y siguen su camino confundidas
con las lágrimas saladas que provocan
los recuerdos tristes.
Agua dulce y salada deslizada
por los amargos surcos de mi rostro
tallados en granito, por el tiempo
y el miedo a la muerte
que me espera.
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