martes, 8 de abril de 2008

Cada día

El sol atrapa el polvo del salón
e ilumina el rincón donde
el hombre que me hiere se relaja
y lee,
como si no pasara nada,
como si no hubiera matado
en mi interior
el alma de mujer enamorada
que se dejo engañar por una ilusión
vana,
que murió el mismo día
en que me habló, por primera vez,
como mi dueño.
El tiempo que ha pasado
ha sido el alimento de mi odio
y sus ojos son las piedras
de mi lapidación.
Cada día me muestra su desprecio.
Mientras barro
imagino su muerte
del mil maneras distintas.
Acabaría con su vida
si tuviera valor
y si mis manos fueran fuertes
y mi miedo debil.
Me voy a la cocina,
dejando atrás el sol en la ventana,
Camino arrastrando los pies ,
una hora más, un día más,
la venganza será terrible,
la sangre brotará de sus heridas
y sanará las mías.
Beberé de su boca el último aliento
y escupiré sobre sus ojos abiertos
mi veneno, reducido
en lenta cocción durante años,
concentrado.
Mañana será el día.
Pero cada día mi fe se desvanece
y mi fuerza se hace agua escurrida
de mi cuerpo que cae sobre el suelo
que yo limpio, cada día.
Y cada día el mañana se hace más cercano,
lo se, y más veraz,
aunque yo sigo anclada siempre
en el mismo día, desde hace años.
Desde aquel día en que mi voz de niña
se acercó a su oído enamorada
y le dijo que si para toda la vida.
Pero esa vida, lo juro,
se acabará mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace días que no escribes nada.